miércoles, 24 de febrero de 2010

El inicio

Hoy empiezo con otra cosa, como muchas cosas que he empezado y que ahí están. El por qué de empezar a escribir no lo tengo claro, sólo deseo exorcisar a mis demonios, sedientos de gritar y aclamar la perversidad de sus corazones. Quiero dar un giro radical y mostrar el lado oscuro de mi luna, pues para todos los que dicen conocerme, mi otra cara les ha parecido el éxtasis de la bondad y la armonía. Pero, ¿qué tanto se llenarán de mi luz y gloria ahora que se sumerjan en mi fangosas mieles? No lo sé y tampoco es mi intención enterarme.

Mi vida a estas alturas parecía estar absolutamente bien, el problema es definir ¿quién le dio esa cualificación?, ¿fui yo, mis creencias o mi religión?, ¿fueron mis amigos, el vecino o mis padres?, ¿fue mi novia? Ja, ja, ja, ja, ja ¡Mi novia! No he tenido una desde hace 8 años, ¡sí! desde hace ocho miseros años. Al principio me consolaba diciendome que ninguna me merecía, pero ahora eso ya no consuela tanto como una "manuela". No me queda mas que reírme de mí mismo con una risa ignorante y estúpida, tirándole a pendeja.

Pues ahora me pregunto, ¿qué necesito para tener una "vieja"?, ¿qué es lo que está mal conmigo para que siempre termine por cagarla con una "morra"?, ¿por qué sigo siendo el pendejo amigo y para colmo de pocas niñas? y ¿por qué las chavas que tienen "wey" siguen siendo la puta constante en mi vida? Tal vez esto sea psicológico o emocional, un trauma de mi infancia de alguna loca maestra frígida que buscó placer en mis poderos-pequeños brazos, hasta saciar toda su perversidad y satisfacer sus ansias de ser amada a través de mis inocentes-tiernas caricias que tras una oscura-larga jornada, valientemente lograron colmar su ira sexual acumulada. Tal vez su condena hasta esa noche, fue de 3 quinquenios de permanecer inmaculada de otras de manos que no fueran las suyas, de no probar otro cuerpo frotándose al suyo como el jabón zote a su calzón cagado, cuando era lavado tras una ducha dominguera para después ser enarbolado como abanderado de la lujuria, en lo alto de la llave del agua caliente de la regadera, húmedo, buscando secarse de los sucios pecados que atesoraba...